Tonadas del Trópico Niño es el título de una obra musical para voces infantiles y piano creada por el compositor y musicólogo panameño Gonzalo Brenes Candanedo (1907-2003). Se trata de un conjunto de 24 canciones compuestas entre 1936 y 1945, los años en que Brenes enseñó música en distintas escuelas en Panamá y Costa Rica. Según sus propias palabras, se trata de “un material de trabajo para su uso en la escuela”.

Tras estudiar en Alemania entre 1923 y 1931, Brenes había regresado a Panamá y comenzó a enseñar en escuelas del interior del país. Brenes se lamentaba de la pobreza de las cancioncillas que los niños aprendían, que eran básicamente un pretexto para incorporar una enseñanza de vida práctica o moral pero sin ninguna calidad estética ni capacidad para enraizar a los niños en unos valores nacionales propios. Según recoge Alfredo Bonome en su Vida y obra del Profesor Gonzalo Brenes Candanedo, Brenes decía:

«Mi mayor proyección se dio cuando llegué al Instituto Nacional en 1933. Quería que mi trabajo trascendiera a la escuela primaria de todo el país a través de los maestros. Las melodías que les hacía entonar eran inventadas por mí. Eran cancioncitas que pudieran quedarles grabadas de por vida para que pudieran llevárselas a los niños de todo el país. Los estudiantes empezaron a responder. Luego empecé a sentir la necesidad de ponerle letras para hacer canciones y con la ayuda de las poetisas, Ofelia Hooper, Emma Botello, Dora Pérez de Zárate, logré las letras, de tal manera que preparé una especie de concierto en el aula máxima. Conseguí que se invitara a un gran número de maestros de primaria y profesores de la escuela secundaria y poetas.»

Al final de su concierto, Brenes hizo un llamamiento a todos ellos para que escribieran poemas que sirvieran de soporte a su música. El propósito era educar, formar a los niños y jóvenes con un repertorio de valor estético, con música pensada y pulida y basada en textos poéticos de reconocidos escritores de la época. Así, y a lo largo de los años, Brenes llegó a crear un extenso repertorio de canciones infantiles, siempre buscando los mejores textos poéticos, para él elemento esencial en la canción infantil.

Brenes posteriormente quiso crear un cancionero que recogiera en 70 cantos lo mejor de este “material de trabajo” compuesto a lo largo de tantos años y vicisitudes, y llamarlo Tonadas del Trópico Niño. En 1955 se publica el primer volumen y se menciona la posterior publicación de las dos partes siguientes. Sin embargo, las tonadas contenidas en el primer volumen serían las únicas que vieron la luz, quedando  inéditas las demás canciones. Gracias a la Biblioteca Nacional de Panamá, pudimos acceder a esa colección de canciones inéditas. A través de esta grabación y de las voces del Coro Infantil del Metropolitan School of Panama podrán escuchar por primera vez: La mariposa y la flor, Tín Marín, Cultivo una rosa blanca y Gracias Señor.

Las 24 tonadas que forman parte del primer volumen están basadas en poemas de autores coetáneos de ámbito hispanoamericano: los panameños Ofelia Hooper, Rogelio Sinán, María Olimpia de Obaldía, Emiliano Arosemena, Emma Pérez, Dora de Zárate y Mario Augusto Rodríguez; los latinoamericanos Juana de Ibarbourou, Gabriela Mistral, Gastón Figueira y Fernando Luján; y los españoles Rafael Alberti y Federico García Lorca. La edición de 1955 sumaba algo más a este tandem de poesía y música: la magnífica colaboración artística de la pintora Roser Muntañola de Oduber. Sus dibujos ilustran cada una de las tonadas y saben leer y transmitir perfectamente su contenido emocional.

Brenes seleccionó poemas que reflejaban una sensibilidad común y creó una música de raigambre clásica pero de claro color local, con toques populares, en donde se fusionan perfectamente texto y música. Brenes afirmaba que en las Tonadas no hay nada épico, ni patriótico, ni grandilocuente. Lo rural y lo doméstico aparecen fusionados en la música, y la voz del canto no se busca impostada sino inmediata y espontánea, como las voces blancas de los niños, el canto de la saloma, los tarareos y los silbidos. La emoción surge de lo sensorial, de lo inmediato, a lo que se canta a través de las líneas melódicas sencillas de una música que trasciende lo local para abrazar nuestra común identidad linguística y cultural hispanoamericana.